¿Por qué nos atrae tanto la magia? ¿Por qué somos capaces de estremecernos o recordar determinados sucesos al mirar un cuadro, leer un poema o escuchar una canción? El hombre está dotado biológicamente para ser un animal narrativo y simbólico, pero esto... ¿qué significa?
Un poco de ciencia
La psicología de la forma o Gestalt, surgida a principios del siglo pasado, demostró que nuestro cerebro no ve lo que realmente ve, sino lo que interpreta. Tendemos, como explica esta corriente psicológica, a "cerrar la imagen", de modo que nuestro cerebro añade los elementos que faltan en el mundo real y que nuestros sentidos no pueden captar para ofrecernos una idea coherente de la realidad. ¿Qué ves en esta imagen?
El escritor argentino Jorge Luis Borges decía que los sueños son la forma más primitiva de arte. Quería decir que cuando soñamos, estamos haciendo una interpretación simbólica de nuestra realidad tanto interna como externa. El motivo de que de forma intuitiva podamos trasponer en símbolos nuestras experiencias vitales está relacionado con esa capacidad de nuestro cerebro para organizar toda la información con la que contamos relacionándola y dotándola de sentido. Pero hay algo más: dice parte de la ciencia que sólo los humanos, y especialmente los adultos, somos capaces de tener esos sueños maravillosos que consisten en grandes historias de las cuales nosotros mismos somos los héroes, sueños que son cuentos, narraciones.
La idea de que la inteligencia es un patrimonio únicamente humano ha quedado obsoleta. En su lugar, se ha llegado a la conclusión de que la diferencia entre la inteligencia animal y humana no es de tipo, sino de grado. Tenemos el mismo tipo de inteligencia que un ratón, pero con un cerebro más evolucionado, lo que nos permite hacer muchas más cosas. Así, dicen los científicos que un perro o un niño recién nacido, pueden vivir en sus sueños experiencias relacionadas con la comida o la caza, pero son incapaces de elaborar historias más largas. Sin embargo, nosotros sí podemos hacerlo: de forma natural y biológica, todos somos narradores cuando nos echamos a dormir y comenzamos a soñar.
La función principal de nuestro cerebro consiste en la anticipación, en ser capaz de adelantarse y saber lo que va a suceder o lo que va a hacer el otro para evitar los peligros para nuestra supervivencia. Esto parece un poco exagerado, pero es tan simple como que si cogemos un vaso de agua cristalina y nos lo llevamos a los labios y nos sabe a coca-cola o a sopa caliente en nuestro cerebro saltará una alarma diciendo ¡error! Predecir el futuro, como veis, es algo que todos hacemos constantemente y como hemos dicho, lo hacemos en forma de narración (primero pasa esto, pues después deberá pasar aquello) y utilizando la información de la que disponemos, pero también aquella que nos inventamos. Naturalmente, no inventamos lo que falta al azar, sino de forma coherente y asegurándonos de que el resultado es una explicación lógica que nos permita relacionarnos con el mundo.
Es en este punto donde entra la magia y la sensibilidad artística. No necesitamos que los sucesos estén física o sensorialmente conectados realmente entre sí, pues si existe alguna conexión de sentido o significado (simbólica), nuestro cerebro la descubrirá y para él resultará igualmente válida y real, y la integrará en la gran narración que constituye nuestra vida, desde el momento de nuestro nacimiento hasta el de nuestra muerte.
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